Spoiler: no es el dinero.
Un estudio de la Universidad de Harvard a lo largo de ocho décadas responde a la gran pregunta que marca toda nuestra vida. El estudio siguió la vida de sujetos de las mismas familias durante más de 80 años.
Si nos vamos a tiempos recientes, dada la amplitud del estudio, en 2007 el 76% de los mileniales entrevistados sobre sus objetivos vitales pusieron en primer lugar “hacerse ricos” y la mitad incluyeron entre sus metas principales “volverse famosos”.
Es interesante observar qué contestaron estas mismas personas 10 años más tarde, siendo ya adultos, al responder de nuevo a la pregunta. El deseo de fama había descendido ya en la lista, mientras que el dinero seguía siendo un tema importante con algunos matices. Además de aspirar a una carrera profesional de éxito, muchos entrevistados relacionaban la felicidad con “una vida sin deudas”. Llegar a ese deseo, tras haber ambicionado ser rico, refleja todo un baño de realidad.
Al analizar los datos de ocho décadas, la conclusión a la que han llegado los investigadores es que lo que ha demostrado procurar felicidad duradera no es el dinero ni el éxito profesional. Tampoco el ejercicio o la dieta, aunque sin duda contribuyen en el bienestar.
El factor número uno de la felicidad, según el estudio, es tener buenas relaciones. Las personas con una conexión más íntima con la familia, los amigos y la comunidad son más felices y, además, gozan de mejor salud.
Nuestra necesidad de conexiones humanas de calidad ha sido fundamental en la evolución y supervivencia de nuestra especie, señalan Waldinger y Schulz. Desde que éramos cazadores recolectores, tener una tribu propia nos ha dado protección frente a los peligros de la vida. En los tiempos actuales, podríamos incluir entre esos peligros los trastornos del estado de ánimo que afectan a gran parte de la población.
Nunca es tarde para la felicidad si empezamos a administrar vitamina R, de relaciones, a nuestra vida. Para ello, hay que darle prioridad sobre muchas otras obligaciones y compromisos. Esta será nuestra mejor inversión porque, como demuestra el estudio de Harvard, quien no tiene tiempo para los amigos, no tiene tiempo para ser feliz.